miércoles, junio 10

EL MÁS SUBLIME CANTO Y TRIBUTO POR LA VIDA

Susana Reyes junto con el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura, sorprendió una vez más a todo su público. Esta vez presentó su obra llamada “Flor de Hiroshima” inspirada en la tragedia que vivió este pueblo el 6 de agosto de 1945, victima de una bomba atómica a finales de la segunda guerra mundial.

Moti Deren cuenta que el viaje que realizó junto a Susana a Japón, fue muy inspirador y el encuentro con Hiroshima fue el punto de reflexión e iluminación para que se pudiera desarrollar esta obra, la mezcla entre la cultura andina y la oriental es lo que llevó a nombrar esta técnica como la “Danza Butoh de los Andes”

En el teatro la campana anuncia la tercera llamada, las luces se atenúan y el silencio pide a gritos la aparición de Susana en el escenario, el telón se abre lentamente y tras una cortina de humo y una luz turquesa; hace su aparición, una capa blanca, su pálido maquillaje, el peinado de una geisha junto con una larga trenza forman parte de su vestimenta. La coordinación y movimiento de las manos empiezan a dar armonía a la danza, el sonido de los grillos y la entonación de una delicada flauta la acompaña mientras se desplaza por el escenario.

Mientras pasan los minutos, un juego de luces, la combinación de sonidos andinos y orientales van dando vida a una especie de poesía sin palabras; el rostro de Susana deja la sensación de que no hace falta vocablos para expresar lo más profundo del corazón. Con el movimiento de su cuerpo poco a poco va cambiando su vestimenta y dentro de este hay un sin número de materiales que ayudan a desarrollar la trama.

La sincronización de los pies, el torso, las manos junto con la música es una de las cosas más importantes. La expresión del rostro es lo que da vida y brinda emociones al público. En el momento llamado “Los niños muertos” el dolor, el sufrimiento, la soledad, angustia y todas las sensaciones de tristeza que una persona se pueda imaginar era lo que expresaba el cuerpo y rostro de la interprete , el público comentó que fue uno de los momentos más conmovedores y que pudieron reflejar el sufrimiento de una madre.

La arena desarrolla un papel importante en esta presentación, representa las cenizas de todas las vidas que se perdieron en el ataque a Hiroshima. Mientras la arena resbala por sus manos el perdón, la reconciliación y paz empiezan a sanar la dramática escena que se vive en el teatro.

Los abanicos, sombrillas y tela de diferentes texturas acompañan el desenvolvimiento de “Flor de Hiroshima” un viaje al fondo del corazón de Susana y al de todas esas personas que fueron brutalmente acecinadas. La obra termina y el público se pone de pie para agradecer a “la maestra” por compartir esta experiencia con todos. En los camerinos, Susana es felicitada y la voz de gratitud de esta admirada mujer se hizo presente.



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